Publicado en Minuto Crucial el 23/07/2021
Lo primero que quieren manipular los dictadores es la
Historia. Y así ha sucedido siempre. Para llenar de razón sus actos, se
inventan héroes propios, villanos ajenos y, sobre todo, agravios, muchísimos
agravios para poder justificar sus acciones presentes y futuras. Se dan con eso
un cuerpo social y jurídico para allanarse el camino a través de un campo de
cerebros previamente anestesiados por los mensajes adecuados.
El problema de la Historia es que siempre, siempre la manipulan
los políticos. Así, un día nos encontramos con que Beethoven o El Cid eran
catalanes y otro que Franco derribó un gobierno democrático, pacífico y que
quería el bien común sobre todas las cosas.
No discute ningún historiador que la Guerra Civil comenzó
oficialmente el 18 de julio de 1936 con un golpe de estado. Y tampoco debería ser discutible que todas
sus víctimas, todas, merecen un recuerdo emocionado y agradecido por haber
derramado su sangre con la esperanza de una España mejor, sea cual sea en la
que pensaran.
Las razones o incluso la oportunidad o no del golpe, que sí
son discutidas y lo seguirán siendo, nunca deberían formar parte del discurso
político. Desde los partidos debería seguirse el camino de la reconciliación
que se marcó en el ’78 por quienes sí que intervinieron activamente en ella, y
no por sus hijos o nietos que, muchas veces, viven un odio que hace mucho que
dejaron olvidado sus abuelos.
Este “odio vicario” es lo que está pervirtiendo hoy la
convivencia. No hay nada que resignificar o reescribir, nada menos, como pide
una vicepresidenta del Gobierno de España en un ejercicio de totalitarismo. Y lo hacen porque quieren ocultar la parte de
la Historia que no les gusta, esa de la que fueron actores protagonistas, como
el golpe de estado de 1934, el que dieron el PSOE y ERC y el que ayudó a
sofocar, al servicio de la República, el General Franco. Y eso, por poner sólo
un ejemplo.
No sé qué armazón jurídico existe o habría que legislar para
que cualquier familia tenga derecho a recuperar el cadáver de los suyos, esté
donde esté. Es justo que se disponga de él si es que no existe. Pero lo demás,
la anulación de sentencias pasadas, por ejemplo, es una simple venganza. ¿Eran
más injustas las sentencias de un bando que las de otro? ¿Eran más justos lo
fusilamientos de un bando que los de otro? ¿Más los incendios de iglesias que
los de sedes de sindicatos? Pues no, ninguno lo era. Y tratarlos de forma
diferenciada es otra forma de revivir el odio y las trincheras. Algo que ya
teníamos felizmente olvidado gracias a la Transición.
De este gobierno no se puede esperar más que eso: odio y
enfrentamiento. Y por eso, para que no se repita de nuevo la espiral que nos
llevó hasta ese fatídico 18 de julio, debemos echar de las instituciones dentro
de dos años a toda la podredumbre moral que representa el PSOE y todos los que
están usándolo como trampolín para destruirnos.
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