Publicado en Minuto Crucial el 2/7/2021
Hay veces en las que uno duda en
estar o no de acuerdo con alguna decisión política, incluso tras muchas
meditaciones. Dudar es algo que hace mucho la gente que piensa por sí misma.
Por el contrario, estar seguro desde el principio de todo es más propio de
quien tiene una ideología binaria, de esas en las que las cosas son buenas o
malas sin grises en medio.
Confieso que, en circunstancias
normales, y sin analizarlo en profundidad, una Dirección General del idioma
español en cualquier comunidad autónoma podría parecerme algo superfluo. Podría
ser creado para distraer, por llamarlo de alguna manera, dinero público. Los que
somos contrarios a las duplicidades y a los llamados “chiringuitos” tenemos
como primera opción posicionarnos contra cosas como esa.
Pero resulta que en el caso de la
hoy creada Oficina del Español en la Comunidad de Madrid hay muchas cosas que
considerar. Entre ellas, sus fines.
Según consta en el programa del Partido Popular, quieren fomentar la enseñanza
del español en el mundo y potenciar la Comunidad de Madrid como destino para
aprender la lengua. Eso, además de servir como espacio de referencia del Servicio
Internacional de Evaluación de la Lengua Española, creado, por cierto, por el
Instituto Cervantes. Eso no tiene nada de negativo.
Para salir de la duda o, al menos, razonablemente, ayuda también mucho
ver quién está a favor o en contra de las decisiones. Eso casi nunca falla. ¿Y
quién está en contra y con qué argumentos? Pues no voy a ser muy prolijo,
entre otras cosas porque me da bastantes asco hablar de ciertas personas pero
es que hoy no tengo más remedio.
El que la capital de España tenga
especial intereses en fomentar el español y la atracción de visitantes con ese
motivo no debería merecer mucha más explicación. Pero resulta que sí es objeto
de críticas por parte, precisamente, de muchos que hacen de la defensa de sus
lenguas cooficiales un asunto de estado y dedican a ello cantidades ingentes de
dinero. Así que sus principales
detractores y ridiculizadores hoy han sido nada menos que el dúo Rufián/Baldoví,
que formarían una pareja cómica estupenda en el caso en el que no hubieran
llegado a la política.
Rufián hace bromas sobre el
estado de salud del español mientras en su Comunidad se multa por rotular en
esta lengua, se prohíbe elegirla como vehicular y se tiene un medio público,
TV3, que proscribe el castellano. Y en
la Comunidad de Baldoví se premia a los niños que escriben cartas a los Reyes
Magos, pero sólo si lo hacen en valenciano. Además, la lengua vehicular en
las escuelas valencianas la eligen los consejos escolares para todo el centro,
saltándose el derecho individual. Unos consejos escolares formados sobre todo
por profesores de mayoría nacionalista, funcionarios autonómicos y AMPA,s en
las cuales Compromís usa también la táctica de la infiltración para su control.
Y “A Punt”, la televisión regional, es poco más que una sucursal de TV3, con 75
MM de euros de presupuesto.
En estas comunidades bilingües sus oficinas lingüísticas no están sólo
para promover su lengua si no para hacerlo a costa del español. Son oficinas
antiespañolas. Así que las bromas de esta pareja serían ridículas si no
fueran trágicas para los castellanohablantes.
Otro argumento manido en contra
de esta decisión es que ya existe el Instituto Cervantes para divulgar y
defender el español. Y eso es cierto… a medias. El Instituto Cervantes es no
mucho más, por desgracia, que una costosísima escuela de idiomas. Y digo
costosísima porque cuenta nada menos que con 61 directores de sedes en todo el
mundo a razón de una media de 100.000 € al año cada uno, además del resto de
personal a su cargo y directivos en España. Buena parte de esos directores, por
cierto, fueron renovados por gente afín al poco de la toma de posesión de su
actual director, el poeta Luis García Montero. Este escritor, Premio Nacional
de Literatura en 1994, fue también candidato por Izquierda Unida a la Comunidad
de Madrid en 2015, cosechando un 4 % de los votos y quedando fuera de la
Asamblea madrileña. Una de las
finalidades del Cervantes es “organizar cursos generales y especiales de lengua
española, así como de las lenguas cooficiales en España”.
O sea que divulgar y defender el
español, bien, pero también divulga y defiende el resto de lenguas españolas,
como si ellas no dedicaran bastante dinero ya a esto. Desde luego, eso lo debe hacer mucho mejor en el extranjero que en
España, donde el español no está defendido en absoluto por nadie, como ya hemos
visto en Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares, País Vasco o Galicia. Sí,
tampoco en Galicia, donde el regionalismo de
Feijóo raya en el nacionalismo más aldeano.
Al coro de políticos criticadores se unen los sospechosos habituales, los tertulianos
de La Sexta/RTVE, que son los mismos, a la caza y captura de Toni Cantó y de
todos los que alguna vez hayan osado levantar una mano en defensa de España y
de los que nos une. Critica su nuevo sueldo de 75.000 al año gente como
Jesús Cintora, que cobra 900 euros AL DIA por insultar a los españoles y llevar
a su programa a gente, también muy bien pagada, para que le ayude en esa tarea.
Ocultan que TV3, por ejemplo, nos cuesta 300 MM al año y en sus micrófonos,
Gloria Marcos, la que fuera candidata de Compromís en Valencia, compara la
labor que pueda realizar esa Oficina del Español fuera de España con la
propaganda que hicieron los políticos golpistas catalanes en el extranjero.
Políticos para los que, por cierto, pide que no tengan que devolver el dinero
que robaron, según el Tribunal de Cuentas.
Y ahora Madrid quiere alzarse
como la capital cultural del español y alguno se muestra sorprendido de ello. Pero es que resulta que la capital del español
ha sido durante mucho tiempo Barcelona, cuna y sede de las mayores editoriales
en español del mundo. Hoy, esa Barcelona se está convirtiendo a pasos
agigantados, de la mano de las Colau y los Aragonés de turno en territorio
hostil al español y a España. Así que no tiene nada de raro que Madrid
quiera ocupar ese espacio haciendo uso de sus competencias en Educación y
Cultura, que el Estado tiene tan abandonadas.
Tampoco vemos que defiendan el español quienes continuamente lo están
agrediendo con el sectario y envenenado lenguaje inclusivo. Ni en Lastra ni en
Ábalos ni en ninguna de las dos Monteros podemos dejar, precisamente, la
responsabilidad de defender nuestro idioma. Idioma al que lanzan cada día una
coz.
Así que, con las debidas reservas
que siempre hay que tener, y a la espera de resultados, cualquier iniciativa
para promover, prestigiar y defender el español será bien recibida por mi
parte.