jueves, 1 de octubre de 2015

LA DELGADA LÍNEA...

Tengo que decirlo o reviento. 

La semana pasada me encontré en mi calle un bolso. Bueno, algo entre bolso y cartera. De plástico, bastante usado y algo sucio y lleno de documentación. Sin más que hojear un poco, se veían facturas, contratos, albaranes... Lo que se dice material de un autónomo. Había muchos compartimentos con cosas pero no abrí ninguno. No tengo ni idea de qué mas cosas podría haber en la cartera. Vi que había tarjetas de visita de una empresa de transportes y llamé sin pensarlo.

Una señora, muy agradecida, me dijo que era documentación que había perdido su marido. Había perdido los papeles de la furgoneta y lo estaba denunciando ahora mismo. En fin, que quedamos en que vendría a mi casa a por ellos al día siguiente y así fue. Se presentó el hombre muy contento a por sus papeles y yo se los di encantado de la vida. 

Creo que debieron subirseme los colores (sí, aún me pasa), cuando el buen hombre sacó 10 € que pretendía que me quedara para almorzar. Con toda la cortesía del mundo no tuve por menos que rechazarlo y así nos despedimos.

Mi buena obra de ese día.

Tres días más tarde, algo parecido me sucedió a mi. Perdí una carpeta de trabajo en la que, afortunadamente, sólo había un bolígrafo, un bloc de notas, unos formularios y una calculadora. Nada importante. Bueno, sí, la cartera en cuestión vale unos 30 €.

Pero yo no he tenido la misma suerte. Había tarjetas, de visita, igual que en la que yo me encontré. Pero no hemos recibido ninguna llamada todavía. En fin...

Pero no he terminado.

Hace dos días recojo la compra que habíamos encargado. pescado y verdura, en una tienda del pueblo. Sin entrar en detalles diré que acostumbro a pagar lo que me pide el tendero sin mirar absolutamente nada. Pero esta vez sí lo hice cuando llegué a casa porque me parecía poco dinero para la compra que era. Y, efectivamente, el hombre me había cobrado unos 30 € de menos. Se lo dijimos al día siguiente y dijo que eso no podía ser, que me habría cobrado bien, que nos lo agradecía pero que todo estaba bien. Insisto, porque estaba seguro de lo que le había dado y, al final, le hago recordar un pequeño detalle que le abre la memoria y, efectivamente, reconoce su error y le doy los 30 euros que nos había cobrado de menos.

Y pensando, pensando, quizá deba agradecer a mis padres, porque son los mayores responsables de ello, el ser así. No es mérito mío, de verdad. Creo que esto es cuestión de que comportamientos como estos los he visto tantas y tantas veces en ellos que no concibo actuar de otra forma. Y por eso no me entra en la cabeza cómo el individuo que encontró mi cartera no abrió su teléfono inmediatamente para decirnos que la tenía.

Nadie se va a hacer rico o pobre por 30 €, pero sí se puede llamar ladrón al que roba o se queda con lo que no es suyo, sea la cantidad que sea.

Imagino que mis hijos me agradecerán algún día el que yo sea así. Pero no lo sé. Tampoco tengo tan claro que un comportamiento así haya que agradecerlo. Igual debería enseñarles a ser unos aprovechados, a pisotear a la gente, a sacar partido de cualquier debilidad de los demás. Igual les iría así mejor en la vida. Lo malo es que yo no puedo enseñarles eso.

A veces, la línea que separa ser idiota y ser buena persona es tan imperceptible...