Publicado en Minuto Crucial el 18/6/2021
Si, allí estaba nada menos que D.
Blas de Lezo y Olavarrieta. En la esquina de la plaza de Colón más cercana al
Museo Arqueológico, a muy pocos metros de la tribuna de oradores, allí sigue
aún D. Blas, representado en la excelente escultura de 35 toneladas erigida por
Salvador Amaya en 2014 y costeada por suscripción popular.
En la defensa de los valores fundamentales del Estado de Derecho y de
la nación española tenía también que estar este ilustre vasco de Pasajes, como no podía ser de otra
manera. Como lo estuvo siempre.
Porque, no lo olvidemos, Blas de
Lezo también fue facha. Es odiado por
los nacionalistas catalanes por haber participado en el asedio a Barcelona
durante la Guerra de Sucesión. Tampoco debe ser recordado con cariño entre
el mundo musulmán dado que dirigió por dos veces la toma de Orán y supuso una
pesadilla para los argelinos en el Mediterráneo. Se reiría a gusto del
multiculturalismo globalizador y bobalicón de hoy. Y qué decir de los ingleses,
a los que derrotó en Cartagena de Indias
en una batalla que podría haber cambiado el curso de la Historia de haber
acabado de forma distinta.
Por todo ello, dado que ahora la propia existencia de España se
encuentra de nuevo en peligro por enemigos externos e internos, que son casi
los mismos que hace 300 años, D. Blas no quiso faltar a la cita.
Muchos de los que estuvieron
allí, quizá sin reparar en ello, son continuadores también de sus valores y de
sus gestas. Llevan dentro, tal como plasma la Constitución de 1978, que la
Nación Española es indivisible y que las leyes hay que respetarlas y hacerlas
respetar. Y salieron a defenderlas allí como seguro que saldrían a defenderlas
del modo que fuera y en las circunstancias que sean, aunque llegaran a ser como
en vida de Blas de Lezo. Cosa que, por otra parte, cada vez es menos
descartable.
Un Estado no es nada sin la Ley. Y la Ley no es nada sin un gobierno
que la haga cumplir. Y ahora mismo tenemos en España un gobierno que se
empeña en ser la Sala de Apelación por encima del Tribunal Supremo y del
Constitucional. Tenemos un gobierno que va a conceder a los enemigos de España
un estatus de represaliados, de víctimas, de mártires. Como ha dicho Ábalos
gráficamente, han convertido a Junqueras en Mandela.
Tenemos que pensar ya en diseñar
una España mejor para cuando caiga el PSOE, que será más pronto que tarde. Hay que dejar ya escritas, una por una,
qué medidas se van a tomar cuando desalojemos a los traidores de Moncloa.
Los socialcomunistas y sus cómplices mediáticos no se cansan de preguntar
acusatoriamente qué alternativas propone “la derecha” al problema de Cataluña.
Y la respuesta a ello ha de ser clara: respetar el Estado de Derecho y
las decisiones judiciales, la restitución de los derechos de los
castellanohablantes en Cataluña y en toda España, el desmantelamiento de las
subvenciones a medios públicos y privados separatistas, la persecución legal de
los insultos y vejaciones constantes a España y a sus símbolos, el ofrecimiento
claro a todos los catalanes de un pleno disfrute de la ventajas de ser catalán
y español y, por encima de todo, la promesa seria y firme de que jamás
encontrarán un medio de sortear el artículo 2 de la Constitución, que proclama
la indisoluble unidad de la Nación española.
Cuando este gobierno traidor se hunda, los demás tenemos que dar
ejemplo de firmeza, de resolución y, también, por qué no, de generosidad, pero
sólo con quienes dejen de ser una amenaza para la convivencia dando pruebas
inequívocas de ello.
Si los demócratas anónimos que
nos limitamos a votar, a asistir a manifestaciones o a hacer críticas por redes
sociales no solucionamos esto en democracia, propiciaremos que tengan que
hacerlo otros Blas de Lezo que aún están por aparecer y que seguro que hay. Lo mejor que podemos hacer por la memoria
de nuestros héroes históricos en conseguir que no hagan falta más. Está en
nuestra mano.
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