Publicado en Minuto Crucial el 26/01/2022
Esto es lo que ahora toca de nuevo
leer y oír. Y lo exhiben impúdicamente como si los demás estuviéramos sedientos
de sangre. Lo hacen con esa superioridad
moral que da el no saber nada de Historia o no haber entendido una línea de lo
que leyeron.
Hemos llegado a tal punto de
estupidez que consideramos igual al que inicia una guerra que al que se
defiende, al que amenaza que a quien pide ayuda con él. Todo el mundo alaba a
quien sale en defensa en la calle, a veces teniendo que usar la violencia, de
una mujer agredida o de un niño maltratado pero, cuando se trata de defender a
un país de otro, la cosa cambia. Especialmente si se tiene más querencia por el
agresor que por el agredido, claro.
El "no a la guerra" encierra ignorancia o
sectarismo. En los peores casos, ambas cosas. Unos pretenden creer que son buena gente pidiendo que se
dialogue con Putin. Como si fuera lícito pedir a un violador llegar a un
acuerdo para que viole menos. Dialogar con Putin, dicen...
Como si se pudiera dialogar con quien fue miembro
convencido del KGB en la comunista República Democrática Alemana, de la que
Alberto Garzón tiene camisetas.
Como si se pudiera dialogar con quien ordenó la intervención con gas letal en
el asalto checheno al teatro moscovita de Dubrovka, en 2002, causando la muerte
de más de 100 rehenes. Como si se pudiera dialogar con quien impuso su
autoridad a sangre y fuego en la misma Chechenia o no dudó en atacar a Georgia
para defender su posición en Osetia del Sur. O de quien no dudó en apoyar al
régimen Sirio no sólo contra el Estado Islámico sino contra la oposición.
Y qué decir del Putin que ordenó
ocupar en 2014 Crimea saltándose el acuerdo de mayo de 1997 por el que Rusia y
Ucrania reconocían respetar su integridad territorial. O del que ordenó
asesinar a periodistas y opositores para dejar la prometedora “perestroika” de
Gorbachov y Yeltsin en un vago recuerdo, sustituyéndola por una tiranía
disfrazada. Putin no dialoga, sólo impone. Nunca ha habido democracia en Rusia
y ahora tampoco.
Pues este es el personaje que sale
beneficiado por los occidentales buenrrollistas del “no a la guerra”. Por esos que creen vivir en un mundo de
Disney donde los derechos se protegen solos y que basta con decir esas cuatro
palabras mágicas o tocar el “Imagine” al piano para que los tanques rusos
vuelvan a sus bases.
Esos fieles aborregados están
dejándose llevar por gente como Pablo Iglesias o Enrique Santiago, el
Secretario General del PCE nada menos, que no dicen que apoyan a Rusia porque
incluso a ellos les da vergüenza ser tan claros sino que prefieren también proclamar
lo del “no a la guerra” para pastorear así a los imbéciles que les creen. Como
si Enrique Santiago, defensor de las asesinas FARC, tuviera alguna credibilidad
o no conociéramos sus querencias por regímenes tiranos como Cuba, Venezuela o
Nicaragua.
Decir hoy “no a la guerra” es
abandonar a Ucrania a los pies de Putin, es ignorar que la cobardía nunca
conquista derechos. Ser neutral hoy es
mantener el papel que en su día sostuvieron quienes cedían territorios a Hitler
y firmaban tratados con él pensando que
así lo amansarían.
“Si vis pacen, para bellum”. No se
puede ser neutral cuando un hombre pega a una mujer en la calle y no se puede
ser neutral cuando Rusia amenaza a Ucrania. Si cedemos, mostraremos de nuevo la legendaria debilidad europea que
tantos males causó. Urge una posición de fuerza de la OTAN y la UE que no
se quede sólo en palabras. Urge un envío coordinado y masivo de tropas a
Ucrania, así como a las repúblicas bálticas y a Polonia a defender sus
fronteras porque las fronteras de Ucrania son las nuestras. Si no las
defendemos allí, algún día las tendremos que defender aquí. En algún momento
hay que plantarse para no ser aplastado y ese momento tiene que ser hoy.