sábado, 26 de septiembre de 2020

EL ORO DE FERRAZ

Publicado en Minuto Crucial el 25/9/2020


Hace unos años fue noticia la imposición de diversas condecoraciones militares a la Virgen, en algunas de sus diversas advocaciones,  por parte del entonces ministro de Interior con Rajoy, Jorge Fernández Díaz.

Lo estrambótico de ello en un estado aconfesional como el nuestro acaparó diversas críticas bastante razonadas en el sentido de que no son admisibles semejantes ceremonias en una sociedad como la actual.

 Pero ese reconocimiento a un ente para muchos inexistente y, desde luego, inocuo, es algo casi naif comparado con el que quiero citar hoy: el PSOE de Canarias nombró en enero pasado a Juan Negrín, expresidente de la República y Ministro de Hacienda, fallecido en 1956, Presidente de Honor del partido. Otra condecoración a alguien que tampoco existe.

 Si de la Virgen, los no creyentes no podemos decir que haya hecho cosas buenas ni malas, no se puede decir lo mismo de Juan Negrín, que de todo hizo.

 En 1936, la reserva de oro de España era la cuarta mayor del mundo. Con Negrín como Ministro de Hacienda al inicio de la guerra, y bajo sus órdenes, 510 toneladas de oro fueron sacadas del Banco de España y trasladadas principalmente a la URSS, pero también a Francia. Con ellas se pagaron las armas de Stalin, los aprovisionamientos de las milicias republicanas y, por supuesto, el exilio de muchos de sus dirigentes tras la contienda.

 El envío del oro a Moscú tuvo varios efectos: produjo una devaluación inmediata en la peseta por la falta de garantía de la moneda y una crisis económica a sumar a la bélica; no obtuvo los beneficios deseados que sí hubiera tenido si se hubiera trasladado a países más transparentes y fiables económicamente, como EEUU o Gran Bretaña y, por supuesto, ayudó a prolongar la guerra y, después, a alargar la posguerra al dejar al destrozado país sin reservas con las que poder reconstruirse de forma más rápida.

 Esas 510 toneladas de oro, al precio de hoy, equivaldrían a unos 27.000 MM de euros, 5000 más de lo que costó el rescate a Bankia.

 Estoy seguro de que el nombramiento como Presidente de Honor no lo ha sido por la actuación en sus últimos años. Negrín aportó, según algunos historiadores, alguna documentación que obraba en su poder para justificar los envíos y ver si así el nuevo Gobierno podía reclamar al menos parte de ese oro. Vano intento, por supuesto, pero le serviría, supongo, para redimir sus culpas ante su propia conciencia.

 A Negrín lo expulsó el PSOE, ya en el exilio, por desavenencias con Indalecio Prieto, pero le rinde honores hoy. También lo hace todos los días a Largo Caballero, que dejó escrito que su modelo de socialismo era el de Unión Soviética y que habría que llegar a él aunque fuera de forma violenta, palabras que no se recuerdan nunca en los homenajes que se le hacen en el Cementerio Civil de Madrid, donde está enterrado, junto a una avenida que lleva su nombre.

 Como también reconocen la labor de la condenada y condenable Junta de Andalucía del PSOE, implicada en el atraco de 680 MM de euros a las arcas públicas. No en vano, el PSOE sigue apoyando la honradez de Chaves o Griñán y Sánchez ha nombrado a dos de sus consejeras como vicepresidenta y ministra. El caso de Montero, premiada con el Ministerio de Hacienda tras arruinar las cuentas de Andalucía, sería risible si no fuera dramático. Como vemos, la predilección del PSOE por este tipo de personas, que tanto y tan mal han hecho por la economía española, no es anecdótica sino una constante.

 El PSOE, como los Lannister, siempre paga sus deudas, aunque sea tarde. Desde el Banco de España hasta los ERE, pasando por  los intencionadamente olvidados casos Flick o Filesa, nunca han dejado de correr ríos de oro por la calle Ferraz.

 Oro público siempre, claro. O sea, el nuestro.

sábado, 19 de septiembre de 2020

LA GALLINA DEL PINAR.

Publicado en Minuto Crucial el 17/9/2020


El pasado mes de noviembre, el presidente Sánchez, con mucha sorna, se preguntaba en una entrevista de quién depende la Fiscalía General del Estado, para afirmar “¡pues ya está!” cuando el periodista le contestaba que era del Gobierno.

 

Pues eso, que ya está. Algunos lo acaban de descubrir ahora, parece ser, y se llevan las manos a la cabeza.

 

En 1992, Felipe González nombró a Eligio Hernández Fiscal General. Apodado desde sus tiempos de lucha canaria como “el Pollo del Pinar”, ya había ocupado cargos en la administración socialista. Desde el principio fue cuestionado por irregularidades en el procedimiento y denunciado por sus propios compañeros a través de nada menos que tres asociaciones profesionales. Cesó en 1994 y en 1996 el Tribunal Supremo confirmó la ilegalidad de su nombramiento, por supuesto, ya sin ningún efecto práctico. La Justicia deja de serlo cuando no llega a tiempo.

 

Esta figura, clave en nuestro ordenamiento jurídico, siempre ha estado cuestionada por la forma arbitraria de su nombramiento a cargo del Gobierno en solitario. Elegir a una persona más por afinidades políticas que por sus capacidades profesionales ha sido la norma con todos los gobiernos desde el ’78. Del PP y del PSOE.

 

Cuando creíamos que nada podría superar el caso de Hernández,  llega 2020 y el Gobierno nombra nada menos que a su ministra de Justicia como Fiscal General del Estado. Y es cuando recordamos las palabras de Sánchez de unas semanas atrás. En estos momentos en los que hay tantas causas importantísimas pendientes en la Justicia, como la corrupción del PP y del PSOE o el ya maloliente asunto del “prusés”, nombrar a una persona “de la casa” parecía más necesario que nunca para este Gobierno.

 

A estas causas, se han sumado ahora los asuntos de la posible corrupción en Podemos y, por supuesto, las denuncias presentadas contra el Gobierno motivadas por el Covid-19.

 

Y claro, el nuevo fichaje no ha defraudado. Esta firme candidata al premio Zamora de este año está parando todos los balones que llegan a su portería: las demandas presentadas por la autorización de las manifestaciones del 8-M,  las denuncias contra miembros del Gobierno  en la gestión de la pandemia y las investigaciones sobre Podemos. Un auténtico pulpo bajo los palos.

 

El astronómico sueldo de 120.000 €/año, mucho mayor que el de ministra, lo tiene bien ganado. La Fiscal General del Estado se ha mostrado como una eficacísima Abogada Particular del Gobierno.

 

El nombramiento está recurrido por el Partido Popular ante el Tribunal Supremo pero, dada la experiencia citada al inicio, da igual cual sea su resolución. Ésta se producirá dentro de 2 ó 3 años, con Delgado sustituida, y no tendrá ningún efecto, ni siquiera electoral, ante unos ciudadanos anestesiados por el Covid-19 y la crisis económica y embelesados con el eterno espantajo de Franco.  O sea, a Sánchez el fichaje de Delgado le va a salir más rentable que al Real Madrid el de Cristiano Ronaldo.

 

Y tampoco son estos recursos al Supremo la solución al grave problema de politización del sistema judicial, que ha sido denunciada recientemente por el Consejo de Europa como “el talón de Aquiles de la Justicia española”.

 

Desde UPYD siempre hemos pedido una real y urgente despolitización y dimos ejemplo renunciando, cuanto estábamos en el Congreso, a participar en el mercadeo en el que ahora están inmersos los partidos: el de acordar los peones que nombra cada uno en el Consejo General del Poder Judicial. También para la Fiscalía General queremos otro sistema que dependa mucho más de los profesionales y mucho menos de los políticos.

 

Así sería muy difícil asistir al bochorno de ver a un reciente miembro del Poder Ejecutivo influir tan groseramente en la Justicia.

 

Por cierto, el “Pollo del Pinar” apoyó en enero a Dolores Delgado y manifestó que su nombramiento es un acierto de Sánchez.

 

Hay halagos que son auténticas condenas.

sábado, 12 de septiembre de 2020

ESTE GOBIERNO ES IMPRESCINDIBLE

Publicado en Minutocrucial.com el 4/9/2020

Un compañero de trabajo, mi admirado y recordado Paco de Jaén, repetía a menudo aquello de que “el cementerio está lleno de gente imprescindible”. Lo decía de esa gente que se cree importantísima: empresarios o ejecutivos, altos o medianos, que no toman casi vacaciones o que nunca se van del todo, quedando siempre atentos al teléfono; maridos que creen que sin ellos su casa sería una catástrofe; empleados que guardan celosamente secretos de su empresa pensando que así se hacen más valiosos para sus jefes o jugadores de fútbol que creen que su club es grande gracias a ellos, entre otros.

Pues sí, el cementerio está lleno de ellos, así como de grandes jefes de estado, victoriosos generales, políticos de todo tipo, líderes religiosos y sociales… Gente que se ha ido y ha sido sustituida por otra y de la que a veces no queda ni el recuerdo.

Y ministros.  Pero eso no pasa con este Gobierno, en el que todos y cada uno de sus miembros y miembras son del todo imprescindibles, pero de verdad. No sé qué haríamos sin ellos pero también es verdad que unos más que otros. Porque quizá haya ministros contingentes pero hay algunos que son absolutamente necesarios.

Por ejemplo, Manuel Castells es el ministro de la UNED, que es la única universidad que depende del Estado. Las demás, como reconoció él mismo el 23 de abril, fecha en la que ya le perdimos la pista, ni siquiera lo hacen de las comunidades autónomas sino que hemos hecho de cada universidad casi una taifa, algunas de ellas con más superficie que el Estado del Vaticano y cuyo rector merecería el título de Jefe de Estado, que a veces tiene el poder de convocar o no a las Fuerzas de Seguridad o colocar a sus amigos y parientes.

El verano de Castells está siendo largo. Y ahora van y le ponen una reunión justo cuando acaban de operarle y a la que no ha podido ir, claro. A ver si al próximo trimestre, hombre…

También podemos hablar de Garzón. Poner a un comunista en Consumo es como poner a Gandhi como Capitán General del Ejército. No hay ningún gobierno realmente comunista (China no lo es, por mucho que lo parezca) en el que el consumo se haya convertido en el motor de la economía y se haya regulado de modo que beneficie a la población. Al contrario, en todos se ha deteriorado la vida y han conseguido que Cuba importe azúcar; Venezuela, gasolina y Corea del Norte… se muera de hambre. Algunos, como dice aquel chiste sobre el matrimonio, acabaron bien, como los de la RDA, Polonia o Rumanía, por ejemplo.

Garzón dejó escrito que el modelo de consumo cubano es el “único sostenible y tiene un alto desarrollo humano”. No podemos decir que nos oculte sus intenciones, desde luego. Pero de luna de miel se fue un mes a la capitalista Nueva Zelanda y se compró un piso de 200.000 € a las afueras de Madrid. Todo ello muy comunista… Y hay que tener en cuenta que el consumo es competencia, en su mayoría, de las entidades locales: comunidades y ayuntamientos. O sea, con que hiciera un horario de 9 a 13, lunes y miércoles, le sobraría tiempo.

Podría seguir con todos y cada uno de estos imprescindible pero hoy acabaré con Pedro Duque porque el espacio en un artículo, al contrario que el estelar, no es infinito. Duque se ha quedado con Ciencia e Innovación.  Si decíamos que Castell es el ministro de la UNED, de Duque podríamos decir que es el ministro del CSIC, Centro Superior de Investigaciones Científicas y algunos institutos más, como el CIEMAT, que no es poco, pero que tampoco dan para un ministerio.

En épocas pasadas, y hasta la Transición, estaba la figura del ministro sin cartera. De hecho, el tercer Gobierno de Suárez, en 1979 tenía 24 ministros, sólo uno más que éste, seis de ellos sin cartera. Como ahora, más o menos.

 Lo curioso es que estos casi ministros cobran lo mismo que la ministra de Defensa, la de Hacienda o la de Exteriores, qué sí son competencias exclusivas estatales.

Teniendo en cuenta que estamos entre los estados más descentralizados de la Unión Europea, en el que tenemos 17 sistemas sanitarios desconectados informáticamente entre sí, 17 sistemas educativos o varias policías autonómicas y estatales con funciones a veces solapadas y con dificultades de comunicación, aún es difícil pensar qué haríamos sin alguno de estos 23 ministros.

Ojalá no nos falten nunca.

FIRMADO: MIGUEL BLESA DE LA PARRA.


Publicado en Minutocrucial.com el 11/9/2020

Serrat habla de aquellas pequeñas cosas del pasado que podemos encontrar en un rincón, en un papel o en un cajón. Es éste el caso. Ordenando papeles, me ha sobresaltado uno muy especial: tengo en mis manos la carta que me dirigió el 30 de junio de 2005 Miguel Blesa, presidente entonces de Caja Madrid, felicitándome por el inminente cumplimiento de mis primeros 25 años en la Entidad, al mes siguiente.
Esa misiva está encabezada por un “Querido Alfonso” de su puño y letra y acaba, también de igual manera, con un “Enhorabuena y un fuerte abrazo”. Y firmada por él, por supuesto.

Impresiona mucho, la verdad, saber que la mano que rubricó esto es la misma con la que, años más tarde, sujetaría la escopeta con la que se quitó la vida. Reconozco que he estado unos minutos en estado de shock.

La memoria de casi todos los muertos, en lo personal, merece respeto. La de Miguel Blesa, también, por supuesto.

Pero esto es en lo personal. Aparte de eso, no lo merece la banda de desalmados, entre los que se encontraba, que atracaron las Cajas de Ahorro sin pasamontañas y sin medias en la cara, llevándose por delante 300 años de historia de dedicación a las clases populares y de aportación a la sociedad a través de las Obras Sociales, que fue para lo que se crearon. Y él no era de los peores. Después de que las ratas y buitres locales (luego hablaremos de ellos) y nacionales se abatieran sobre ellas, sus despojos han tenido que ser malvendidos al sector bancario, que esperaba ávido a que cayera su competencia. Porque hay que recordar que las Cajas llegaron a ser hace menos de 20 años más del 50 % del sector financiero en España. Algo que no se podía perdonar desde la banca.

Cada Caja habrá tenido su historia y no las conozco todas. Sí sé que han sobrevivido con dignidad sólo las más despolitizadas, como La Caixa (ahora convertida en Caixabank), Caixa Pollensa y Caixa Ontinyent.

Yo tuve la suerte de vivir la primera época y la desgracia de padecer la segunda y las consecuencias laborales de la misma.

El llamado “capitalismo de amiguetes” de los ‘90 y 2000 fue posible por las reformas legales de las Cajas de Ahorro en los años 1977 (Fuentes Quintana), ‘81 y ‘86, que tergiversaron su papel equiparando su funcionamiento a la banca, que no su gestión y su estructura de balance. Y, sobre todo, por la voracidad de las Comunidades Autónomas, que cayeron sobre ellas como piojos en limpio, con una voracidad y falta de escrúpulos digna de muchos años de cárcel, amparadas por el Banco de España y resto de reguladores en los que, por supuesto, nadie se ha suicidado ni falta que les ha hecho.

Debemos pocas cosas buenas a las CC.AA. y muchas malas. Con seguridad, una de las peores es ésta, la liquidación de las Cajas. Los jefecillos de cada taifa vieron los cielos abiertos en cuanto se les abrieron también las cajas acorazadas de ese 52 % del sistema financiero español y se apresuraron a colocar a sus fieles al frente.

Tardaron minutos en darse cuenta de que eso serviría para financiar proyectos locales y particulares, no con fines de utilidad pública, sino con las nada secretas intenciones de levantar, por ejemplo, magnas edificaciones faraónicas inútiles que cumplirían la doble función de meter dinero en el bolsillo a los amigos y de quedar para la posteridad a mayor gloria del cacique local. Y ejemplos de ello los tenemos en todas las provincias españolas.

El criterio de riesgos profesional para esas operaciones fue sustituido por el político. El mismo criterio que hacía y hace que, por ejemplo, cualquier financiación solicitada por un partido político, un medio de comunicación o un club deportivo, fuera resuelta por el Comité de Dirección, el más alto de todos dentro de la Entidad, o sea, el Presidente turno y sus más cercanos. En sus decisiones no pesan tanto las decisiones profesionales de posibilidades de devolución del importe. Pesa la trascendencia política de conceder o no esas operaciones. En Valencia, por ejemplo, saben mucho de esto con las financiaciones sucesivas a clubs de fútbol a través de mecanismos de ingeniería financiera dignos de mejor fin.

En Caja Madrid, el último presidente que ejerció su función con criterio profesional, a pesar de ser nombrado ya por unos órganos completamente politizados, fue el antecesor de Miguel Blesa, Jaime Terceiro Lomba, en los tiempos de Joaquín Leguina al frente de la Comunidad de Madrid.

Fue propuesto formalmente por su antecesor, Felipe Ruiz de Velasco, que ocupó 12 años ese cargo y bendecido también por D. Mateo Ruiz Oriol, predecesor, a su vez, de éste. Y eso fue porque era el idóneo para ese puesto y así lo demostró
.
Jaime Terceiro, como digo, a pesar de ser un nombramiento político, demostró su capacidad, tacto, pericia y prudencia. Expandió la Entidad por toda España pero manteniendo siempre los pies en el suelo en forma de altos ratios de solvencia.

Lo que vino después con Blesa fue distinto. José María Aznar colocó a su amigo de la juventud, incluso por encima del criterio de sus compañeros del Partido Popular, donde no fue muy querido, precisamente. Blesa resultó ser el típico nuevo rico, ese pirata al que todos imaginamos sonriente sobre un cofre lleno de oro en la Isla Tortuga disfrutando de todos los placeres terrenales y dejando que los doblones resbalen entre sus dedos. Se rodeó de brillantes profesionales pero los encaminó hacia el abismo.

Miguel Blesa cambió pronto eso que cambian siempre los nuevos ricos, las tres ces: casa, coche y compañera. Las tres salieron de Caja Madrid, por cierto. Lo que no se imaginaba cuando me firmó esa felicitación es que la impunidad iba a acabársele 12 años más tarde y de muy mala manera.
Para ser honestos, creo que es el único que sintió vergüenza, aunque tardía y mal gestionada. Y eso hay que reconocérselo.

Espero que esté donde se merezca.