jueves, 22 de mayo de 2014

HAGO LO QUE ME DA LA GANA PORQUE PARA ESO ME HAN VOTADO

Érase una vez un pueblo. Pero no como el de María Ostiz, que era "abrir una mañana y respirar", sino al revés: abrir todos los días y sentirse asfixiado. Y tampoco es que fuera sólo un pueblo, sino que pasa esto en muchos de este bendito país y, sobre todo, de esta bella tierra valenciana.

En el cuento que relato estábamos por entonces en campaña electoral. Ya sabéis... ese periodo en el que los políticos que no pisan la calle ni por asomo (algunos, ¿eh?, no todos) bajan a la tierra y se manchan los zapatos con el polvo del camino.

Pues bien, estábamos tomando, como digo, un cafelito en una terraza cuando, de pronto... ¡sorpresa!: Aparece por la calle el coche municipal que, con la debida megafonía, se encarga de comunicar habitualmente los bandos, acontecimientos de vida social y defunciones en la localidad. 

Haciendo un inciso en la historia, debo confesar que esto de anunciar, altavoz en mano, las defunciones, me asombró la primera vez que lo oí en un pueblo cercano a donde ahora vivo. "¡Ha fallecido D. Pedro España España, conocido como 'el tío Perico'! Tendrá lugar su velatorio en el tanatorio hoy, a las 19 h. El entierro será mañana a las 10 h. en el cementerio municipal"

Lo confieso y lo vuelvo a confesar: en aquella primera vez abrí y cerré rápido los ojos varias veces y pensé que era el rodaje de una película de Berlanga. Pero no. Hete aquí que eso se utiliza en localidades como estas en las que, es cierto, se conserva ese tipo de vida social inexistente ya en otros lugares más populosos. Que digo yo, que cuando muere alguien, todos aquellos a quienes realmente les importaba se enteran a los pocos minutos u horas. Pero bueno... ahora entiendo que también existen las personas que, sin ser allegadas de primer orden les interesa estar en esos actos sociales por aquello del "qué dirán" y no tienen quizá otro medio para conocer estos acontecimientos. Las plañideras también existen, y no sólo en los clásicos literarios.

Pero volvamos a la actualidad. Como iba diciendo, estaba yo tan tranquilo cuando aparece ese coche de mal augurio. Y no era la noticia de una defunción lo que traía, sino de un acto festivo.

Lo que anunciaba, nada menos, era que el partido gobernante en esa localidad, con mayoría absoluta desde que el mundo es mundo (excepto algún breve periodo de tiempo), celebraba una "merienda" pública esa tarde a la que invitaban a los ciudadanos a asistir. Así, sin anestesia ni nada. Un coche municipal, con un funcionario municipal, anunciando una merienda-meeting de un partido político en campaña electoral.

Y después de eso, a algunos se nos quedó cara de imbécil, o sea, de lo que somos realmente. Los comentarios fueron... no puede ser... ¿será verdad?... bueno, eso es normal aquí, no sé de que te extrañas... es que hacen lo que quieren... a la gente no le molesta.. acostúmbrate... no te lo tomes así... tampoco importa...

Eso es lo malo, que no nos importe. Que veamos como, con nuestro dinero, utilizan funcionarios y medios materiales del Ayuntamiento para hacerse publicidad en un acto de partido. Que pasen por delante de nuestras narices mofándose de que ellos todo lo pueden y se lo permitimos.

Por lo tanto, sí que era una defunción lo que nos anunciaban a voces. Era la muerte en vida de nuestro sistema democrático participativo, tal como creemos que debería ser. Es la constatación de que el respeto por los ciudadanos se pisotea cada día por determinada casta dominante. Es la prueba evidente de que hay mucho trabajo por hacer y de que contamos con numerosos adversarios. El primero de ellos y el más peligroso, nuestra desazón, nuestras ganas de tirar la toalla. Y nuestras ganas de mandarlo todo a la mierda y de quedarnos en casa el próximo día 25 y todos los demás en los que estemos convocados a votar.

"¡Que se fastidien! ¡Yo no pienso participar de ese circo! ¡No voy votar a los políticos porque son todos iguales!..." Esas son algunas de las cosas que oigo estos días y desde hace años. Y ese es el arma principal de los de siempre.

Pero no. Yo no me resigno. Muchos de nosotros tampoco. Yo creo que ir a votar es la solución. 

Como ha escrito muy bien ayer nuestro compañero, Ramón Igual, quedarse en casa el día de las elecciones no es una manera útil de protestar. Es lo mismo que hacer huelga de hambre. Al final, el que te mueres eres tú. Eso es lo que quieren ellos.

Lo que desean ellos es que nos muramos nosotros políticamente para poderlo anunciar por sus altavoces, junto con el día y lugar de nuestro entierro. Y que descansemos en paz.

Pues va a ser que no. Y el día 25 hay que salir a empezar a demostrárselo.