Publicado en Minuto Crucial el 28/01/20121
Nos extinguimos. Así, para empezar. Desde que estamos empeñados en luchar
contra Darwin, en envejecer cada vez más, en contra de lo que nos tiene marcado
la Naturaleza, en ayudar a hacerlo a personas que en el XIX no sobrevivirían o
ni llegarían a nacer, nuestro fin está marcado. Cuanto más nos empeñamos en
envejecer, paradójicamente, más pronto desapareceremos. Sólo falta poner fecha
y hora.
La sociedad occidental
está embarcada en un proceso acelerado de autodestrucción. Y no será por la
contaminación, el agujero de ozono o el cambio climático. No. Nuestra extinción
se dará porque hemos renunciado a procrear, a perpetuarnos nosotros y a
nuestros valores.
Tener hijos, que es el instinto principal de todo ser vivo, no es el fin primordial
de esta sociedad, a la vez adolescente y envejecida. Eso lo dejamos para
después. ¿Después de qué? Pues después de tener un trabajo mejor, un coche
mejor, una posición mejor, de haber “disfrutado de la vida” o de haber
viajado. Luego ya, si eso...
Todo ello, en caso de conseguirlo, se hace a una edad en la que ya los
niños casi que estorban. No nos apetece apenas jugar con ellos, nos molestan
sus cosas, no los entendemos, nos quitan el mando de la tele… O sea, que molestan.
Así que, con uno o dos ya vamos bien servidos. Por no hablar de lo que
gastan…
Porque eso sí: para
haber tenido tan pocos hijos, hemos construido una sociedad volcada por y para
los adolescentes. Occidente es una extensión de Disneylandia. Tener un niño es tener
una espita de dinero abierta día y noche porque hay miles de reclamos diarios
que los tienen como diana y que convierte a un niño en un artículo de lujo.
Así que, por unas cosas o por otras, hemos decidido tener menos. En una
envejecida Europa, España es la más anciana. Tenemos la tasa de natalidad (1,23
hijos por mujer) más baja del mundo occidental. Eso no cubre ni la “tasa de
reposición”. Ha bajado un 30 % en 10 años y sigue en la misma línea. Pero esa
es la media, porque, como todos sabéis, en España y el resto de Europa hay
etnias y nacionalidades que superan con mucho esa tasa. Gente que no ve un
problema el pensar quién mantendrá a sus hijos porque tienen muy claro quién lo
hace. Lo tiene tan claro como ustedes y como yo. Tenemos un “alien” en nuestras entrañas presto para salir de nuestro
estómago y devorarnos a todos mientras estamos viendo Netflix cómodamente y
disfrutando de nuestro Matrix.
Está claro que hay más de una causa para no tener hijos. La de la comodidad
me parece casi delincuencial pero no así otras. Entiendo perfectamente que haya
gente que no se considere capacitada para tenerlos. Merecen mi aplauso y mi
reconocimiento mucho más que los “alien” a los que me refería antes, cuyo
instinto es expulsar hijos al mundo como las setas expulsan esporas.
Como muestra de lo que deberíamos hacer ya, en Alemania se otorga una ayuda
por hijo de 200 €/mes hasta los 18 años. Y en Noruega se puede reducir la
jornada laboral un 25 % hasta los 8. Eso, con ser mucho más que en España,
sigue siendo insuficiente.
Hace falta un Plan de
fomento de Natalidad a trabajadores que incluya mayores permisos de maternidad,
reducciones de jornada pagadas en parte por el Estado. Y tiene que incluir
gastos de guarderías, libros de texto gratis, comedores escolares más
subvencionados o planes obligatorios a partir de la edad escolar para inserción
en el mercado laboral con trabajos comunitarios remunerados durante un tiempo
si no decidieran seguir estudiando. Incluso viviendas sociales compartidas para
jóvenes hasta que se puedan emancipar del todo. Y todo ello en medio de
una reforma integral de la Educación.
Hay que fomentar como sea el nacimiento de hijos y subvencionar su crianza,
educación e inserción laboral.
¿Cuál es la alternativa
a no hacerlo? En España ya hay más perros censados que niños menores de 15
años. Porque la primera consecuencia de no tener hijos es la soledad. Y con
ella vienen las “locas de los gatos” y demás subproductos.
Pero esto no es todo. Por no hubiese ofendido ya a los suficientes
colectivos, voy a hacerlo con otro: creo que el número de hijos habidos debería
ser un factor a tener en cuenta en el cálculo de las pensiones. Ya sé que me
diréis que una persona sin hijos paga más impuestos. Pero es que tenemos un
sistema de pensiones de reparto, o sea, el dinero que cobramos de la pensión no
es el pagamos en su día sino el que pagan ahora los que trabajan. Si no tenemos hijos, las pensiones nos las
pagarán los hijos de los demás, los que se sacrificaron para sacarlos adelante,
renunciando en muchos casos a todo aquello a lo que no renuncian los que no los
tienen.
Si no nos ponemos a ello ya mismo, creo que pronto conoceremos al Rómulo
Augústulo de nuestra época.
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