Publicado en Minuto Crucial el 25/12/2020.
Los
profesionales sanitarios llevan años advirtiéndonos: la ingesta exagerada de
antibióticos produce la adaptación y mayor resistencia de las bacterias. Por
tanto, dentro de unos años se prevé que las infecciones aumenten varias veces
su mortalidad porque las bacterias se habrán hecho prácticamente inmunes. Ya
existen lo que se llama “superbacterias”, que son las causantes de cada vez más
muertes. El exceso de remedios es causante de enfermedades, por paradójico que
esto parezca.
¿Y qué tiene
esto que ver con las ideologías? Pues quizá nada, pero resulta que el Pisuerga
pasa por Valladolid y esto es aprovechable para lo que voy a decir.
Las personas
de bien somos feministas, entendido el feminismo como la legítima lucha que
empezó en el s. XIX por la equiparación de los derechos de la mujer con los del
hombre. Las personas de bien no somos racistas, entendido el racismo como el
menosprecio de una raza sobre otra por el simple hecho de ser diferente. Y las
personas de bien somos también defensoras de la libertad de elección de la vida
sexual y afectiva por parte de todo el mundo.
Tres causas,
la feminista, la antirracista y la homosexual que se han ideologizado
manipulado y tergiversado hasta el punto de que no las conocerían ni sus
primigenios defensores.
No veo a
Clara Campoamor, Martin Luther King o los fundadores en Alemania del “Comité
científico humanitario” (1897) reconociéndose en sus sucesores actuales.
Los tres
justísimos y necesarios movimientos sociales han derivado en muletas de una
ideología que los ha retorcido y pervertido hasta límites insospechados. Las
tres causas se han convertido en patrimonio y pilares de una izquierda que se
quedó sin referentes políticos tras la caída del Muro de Berlín en 1989.
Antes de esa
fecha, estas tres causas no le preocupaban absolutamente nada a la izquierda. Veamos
ejemplos:
El “Ché”
Guevara era un reconocido homófobo, que fusilaba a homosexuales por serlo. Como
lo era también Castro. Famosa fue la exclamación telefónica de este último a un
periodista. “Mariconsón”, le llamó, despectivamente.
La
socialista Victoria Kent dijo en 1931 «Es necesario que las mujeres que
sentimos el fervor democrático, liberal y republicano pidamos que se aplace el
voto de la mujer». Otros dirigentes de partidos republicanos por esa época
sostenían que “el histerismo impide votar a las mujeres hasta la menopausia”
(Hilario Ayuso, del Partido Republicano Federal) o que las monjas no deberían poder
votar nunca (Eduardo Barriobero, del
Partido Republicano Democrático Federal).
Y en cuanto
al racismo, Heribert Barrera, de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), dijo
cosas como: "Los negros de América tienen un coeficiente inferior a
los blancos", "Se debería esterilizar a los débiles mentales de
origen genético", "Prefiero
una Cataluña como la de la República, sin inmigración",
"Podemos haber superado la inmigración andaluza, pero no sé si podremos
con la sudamericana y magrebí".
Tras la
derrota de la URSS en 1989, la izquierda se quedó huérfana y decidió aferrarse
a estas ideologías, de modo que las tenemos hasta en la sopa. Nos las inoculan
en vena cada día, cada minuto, en cada noticia, en cada página del BOE y en
cada “tuit”.
Así que
algunos nos estamos volviendo “resistentes” a ellas. Bueno, no a ellas, sino a
la manipulación que han hecho de ellas, que es algo que ellos no admiten ni
admitirán nunca.
Estamos muy
hartos de que todo tenga que estar hecho con “perspectiva de género”, sea
“integrador” o “tolerante con las identidades sexuales”. Ya está bien, hombre,
ya está bien…. Lo que consiguen es el hartazgo y que a algunos nos importe poco
que nos llamen homófobos, racistas o machistas porque sabemos lo que en
realidad somos y lo que no somos. Y lo que es mejor, sabemos lo que ellos son y
han sido siempre: embusteros y manipuladores.
Algunos nos
hemos hecho resistente a esos mensajes como nos hemos hecho a los
antibióticos. Caen en saco roto. Esas
tres causas originales son las nuestras y lo han sido siempre. Lo que no es
nuestra es la manipulación diaria que de ellas hace la izquierda traidora y
mentirosa de ahora.
La ideología
es la muerte del pensamiento crítico, de la libertad y de la igualdad de
oportunidades. Es la manipulación de los torpes, de los débiles mentales y de
los fracasados escolares. Es el empaquetamiento de ideas en píldoras de fácil
digestión. La ideología es la venta de política a granel.
He llegado
hasta el final del artículo y me doy cuenta de que no he citado a
Pérez-Reverte, lo que sería un gran error. De modo que recordaré una de sus
frases favoritas para mí: “No tengo ideología porque tengo biblioteca”.
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