Eso dicen que dijo Enrique de
Borbón, o de Navarra, para poder acceder al trono de Francia como Enrique IV,
llegando así el primer Borbón al trono. Pues bien: si París vale una misa, la Comunidad de Madrid vale para Pablo Iglesias, por lo menos,
una vicepresidencia del Gobierno de España.
A tamaña responsabilidad ha
renunciado Iglesias para arremangarse y ponerse a combatir a la ultraderecha
por las calles madrileñas, bandera roja en mano, que debe ser, al parecer,
donde más falta hace. Porque el quijotesco Iglesias mira los molinos en
lontananza y sólo ve ultraderecha. Mira las empresas y sólo ve ultraderecha.
Mira la Policía, los jueces o al Ejército y sólo ve ultraderecha. Y claro, lo de pisar moqueta tampoco es lo
suyo. Como lo de vestirse con traje de su talla o llevar camisas limpias o planchadas.
Lo suyo es bajar al asfalto y a
las barricadas. Como dice Carlos Herrera, los de Podemos han llegado tarde a la
Guerra Civil. Por eso creo yo que quieren repetirla, porque se la perdieron y,
como si fuera una serie de Netflix, quieren empezarla desde el primer capítulo
a ver si pueden encontrarle un final alternativo.
Sánchez creo que estuvo a punto
de llamar a Isabel Ayuso para agradecerle que se lo quitara de encima pero Iván
Redondo aportó un poco de cordura y le pidió que reprimiese la alegría. Le ha
ahorrado muchos dolores de cabeza pero no era cuestión de reconocerlo
abiertamente. Aún sí hemos sabido leer entre líneas lo que significa el agradecimiento
envenenado a la gestión de Iglesias con las residencias de ancianos. Dentro del
mundo de los ahora llamados “zascas”, debería haber una categoría para ese. Porque, para empezar, seguramente se
ahorrará muchas explicaciones en Europa donde, igual que en España, la imagen
de Iglesias se ve con una mezcla entre rechazo y asco. También es fácil que
sus consejos de ministros sean más cortos y tranquilos y puedan disfrutar más
relajadamente del tentempié de después.
Eso sí, Iglesias no se va para
hacerle la vida más fácil al PSOE sino todo lo contrario. Ahora va a estar en
misa y repicando. O sea, que va a ser gobierno y oposición a la vez, Scila y
Caribdis a un tiempo. Si consigue asiento por Madrid y, tal como prevén las
encuestas, Ayuso reedita el gobierno autonómico, dudo mucho que Iglesias se
quede dos años más a la sombra de Gabilondo y de Mónica Díaz. Después del preceptivo “rodea la Asamblea”
del 5 de mayo, se dedicará a espolear,
no sólo a Ayuso, sino también a Sánchez desde las calles sin el corsé ya de la
vicepresidencia para irle empujando más y más hacia la izquierda.
En realidad, Iglesias no va a
hacer ni cosquillas a la derecha sino, al contrario, movilizará en su contra a
decenas de miles de personas que ahora sí tendrán más que claro que no votar o
votar a Gabilondo es exactamente lo mismo: apoyar a Podemos. Hay que recordar a mis paisanos que desde
Podemos y el PSOE se ha torpedeado a
Ayuso desde el primer día. Para ello se han alentado protestas contra el
Zendal que han acabado en sabotajes, incluso con entrevistas “casuales” de
sanitarios afiliados a Podemos; se ha dicho que Madrid es un paraíso fiscal y
no ocultan que quieren subir los impuestos nada más llegar; se ha defendido a
terroristas madrileños como “Alfon”; se ha criticado hasta la saciedad la
respuesta ante el temporal Filomena a la vez que no se decía nada de que el
aeropuerto de Barajas estuviera una semana cerrado; se ha acosado al gobierno
autonómico desde el primer día en el asunto del Covid, cuando éste fue el
primero de España en tomar medidas y, por si no fuera poco, le han declarado un
estado de alarma a Madrid hecho a medida para vengarse de su presidenta.
Con este historial de afrentas a Madrid, Iglesias va a tener las
santísimas narices de salir a pedir el voto a los madrileños creyendo que las
calles son suyas, como el 15-M.
Y si por el centro-derecha va a
provocar reacción, por su propio lado no son pétalos de flores lo que han
empezado a tirarle. El partido de Errejón no ha cedido en el intento de OPA
hostil en su contra y mantiene su candidatura y, además, es muy probable que en
pocas horas conozcamos al número 2 del PSOE, que se presume alguien con
renombre y un tirón que no tiene Gabilondo.
Y, la verdad, teniendo en cuenta
el desprestigio de Ciudadanos, creo que sus votantes, que ya tenían una razón
para no votar al partido naranja, han encontrado otra muy importante para votar
a Ayuso: parar a Iglesias con un voto útil en el que saben que les va la vida a
los madrileños.
Por lo tanto, va a conseguir la cuadratura del círculo:
movilizar al votante de centro, de derecha y de izquierda en su contra. Yo
creo que esta jugada, si la hubiera diseñado Iván Redondo, no le habría salido
mejor.
Si Podemos logra representación
en Madrid, Iglesias volverá a Vallecas, distrito en el que está la Asamblea de
Madrid. No descartemos que sus ex vecinos vayan alguna tarde a “recordarle”,
amablemente siempre, cuánto le echan de menos. Vallecas es un barrio con
orgullo y conciencia. Si hay un lugar de Madrid que representa como pocos ese
espíritu madrileño de rebeldía, de casticismo, de amor propio y de exigencia,
ese es Vallecas.
Y, como dicen en el barrio: “Si te vas de Vallecas, ya no eres de
Vallecas”.
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